Espumas que se van IV
Posted by Unknown | Posted on 1:37:00 p. m.
“Sí. Ya
Philip tenía una decisión tomada. Se iría.
… Desde entonces, los
duendes rondan alrededor
de unos calderos
herrumbrosos, repletos de un aceite frío
e inservible, que ya no
exhala como antes el visceral
aroma de la salchicha frita”.
Parte 4
(Ganador del 57 Concurso
de cuentos del Nacional, 2002.)
Gilberto Parra
Espumas
que se van
Cuarta Parte
Para colmo, esa misma
noche, con el local de la cervecería atestada de clientes, llegó el cabezón
Benjamín con su patota en medio de una tremenda depresión, pues había salido
raspado en el examen, en contraste con sus camaradas, quienes se encontraban eufóricos
por haberlo probado. La avidez con que Benjamín consumía las cervezas aceleró
el proceso de su embriaguez, comenzando desde ese mismo momento a recorrer la
escala zoológica, saltando la débil muralla que separa al humano de la bestia,
lo cual se mide en grados de contenido etílico en el torrente sanguíneo. Mono,
León y Cerdo, en ese orden, definen la cultura, la conducta y la actitud del
humano ante la dosis de alcohol que le llega gradualmente al cerebro.
El Mono Benjamín es un
chistoso sujeto, jaquetón, de ruidosas carcajadas y muecas patéticas, que
propina fuertes golpes en las espaldas de sus compañeros. El León Benjamín es
pendenciero, guapetón y buscador de broncas, en contraste cuando estaba sobrio.
El Cerdo Benjamín es un bicho hablachento, vulgar y malhumorado, el cual casi
baña a sus vecinos de mesa con un ácido vómito de cerveza fermentada y
salchichas indigestas, lo cual encolerizó a Philip, a los mesoneros y al resto
de la clientela.
El impasible Primitivo, con
la ayuda de sus compañeros se llevó casi a rastras a un mareado Benjamín, quien
había perdido totalmente el equilibrio y el sentido de orientación, tan
desorganizadamente deprimido se encontraba su sistema nervioso. A la mañana
siguiente tendría Benjamín la más sombría resaca de su vida, producto de la
acción irritante de la cerveza sobre su sistema nervioso y la pérdida más allá
de un límite tolerable del sodio y el potasio de su asténico organismo.
Sin embargo, no todo fue vano e intrascendente en la noche del vómito, como
desde allí en adelante fue bautizado el incidente del cabezón Benjamín, pues
Philip se sentó en la mesa que acababan de desocupar Benjamín y sus camaradas,
justo al lado del baño de las mujeres, por lo cual, ese espacio, de allí en
adelante pasó a ser reservado exclusivamente para él. ¿Motivo?. Desde esa mesa,
contigua al sanitario de damas, delgada pared de por medio, se sentía nítido el
silbido que produce el órgano genital femenino cuando su dueña orina y luego,
el golpe seco del papel sanitario para limpiar la entrepierna. Pero todo eso,
que ya es bastante, no era su único atractivo, también escuchar la sarta de
pendejadas que, según Philip, hablan las mujeres en la sala sanitaria, pues
ninguna mujer concurre sola a ese sitio, siempre va acompañada de una congénere.
El posible valor agregado del palique de las fémina en circunstancias
urinarias, en su estrategia de sexo oral, lo comprendería Philip mucho más
tarde, al darse cuenta que oralidad no es necesariamente sexo, aunque sí una
parte fundamental del éxito tanto en los negocios como con las mujeres.
Ese singular silbido del
órgano femenino, del cual Philip hasta ese instante desconocía o no había
reparado, semeja una orquesta sinfónica de instrumentos de viento, constituídas
por pifanos, flautas, trombones, oboes, armónicas, bombardinos, guaruras
órganos, saxos, clarinetes, pitos, y hasta percusión en las explosiones
flatulentas al relajar los esfínteres urinarios. Por su febril imaginación,
Philip valoró los mejores compases de la sinfonía pastoral de Bethoven. Por eso
el amante de las obras maestras de Beethoven, Wágner, Bach y Mozart, con un
oído educado por horas enteras dedicadas a esos virtuosos compositores, pero
también sagaz estudioso de la conducta femenina, llegó a identificar, no tanto
la personalidad de las autoras, pero sí la constitución o complexión física de
sus dueñas.
Las obesas, llegó a
descubrir Philip, emiten un chiflido grave, tal vez por la obstrucción adiposa
que rodea su órgano. Las muy flacas, emiten un agudo chiflido, por la razón
contraria. Las rollizas, como Aroma Fino, emiten un chiflido profundo y ruidoso
Philip, normalmente de temperamento pragmático, con estudios inconclusos de
ingeniería, era impensable que estuviera enterado del origen de ese silbido del
órgano femenino al vaciar la vejiga. No podía ser de otra manera en la
fisiología femenina, dada la corta distancia desde la vejiga hasta el meato y
la presión muscular para expulsar la orina por un orificio tan pequeño. En sus
estudios inconclusos de ingeniería, cuando en las clases se trató la mecánica
de fluidos. Philip sencillamente desertó de la universidad, por lo tanto, al
perderse conceptos tan fundamentales en su formación, no sería extraño que
ignorase el efecto de la reducción de las tuberías en la presión de los
fluidos, hecho elemental al cual él le dio una explicación erótica, lejos de
pragmáticas razones médicas o de ingeniería.
Theresa se extrañó que, a
partir de la noche del vómito, ya Philip no se instalaba en el área de la caja
para supervisar los ingresos del negocio, sino en la mesa contigua al baño de
las damas, donde permanecía horas enteras. Cuándo iba a imaginarse Theresa que
el desinterés de su marido por cosas tan terrenales como el dinero, en cambio
para él existieran cosas más sensuales y divinas que ella no comprendía bien,
pero que tocaban tan de cerca su inclinación por su no desmentida fibra
musical.
En muchas ocasiones no
cuadraron las cuentas del negocio, pero la agenda mental de Philip ya había
identificado y catalogado los silbidos de acuerdo con unos parámetros fríamente
calculados, y establecidos en una correlación perfectamente sincronizada del
pecado con la pecadora. Hasta una tabla de variables, fruto de su capacidad
mental, había construido Philip en su insaciable búsqueda de correlacionar la
Cerveza Caracas antes y después de consumirla, con la ambarina espuma del antes
y el después del proceso digestivo, los grados de excitación de la fémina,
corroborados por el tema de conversación asumida con sus congéneres en el baño
y por último, la febril imaginación de Philip al ver a cada fémina cuando
traspasaba el umbral del baño de las damas, soñar tenerlas rendidas en posición
horizontal para el cunninlingus y la respuesta de ella a la felación, retenida
como estaba la orina en su vejiga, sin el trauma hidroneumático de su próstata
con menguada capacidad productiva.
Aroma Fino, Sabor Alegre y Color de Oro nunca compartieron el lecho con Philip,
pero la inversión crematística y la retroalimentación traducida en una
creciente clientela en su negocio, habían más que compensado su esfuerzo
económico y mental de asociar el provecho comercial con el más sublime teorema
de espuma asociado con el sexo que ente humano alguno haya construido sobre la
faz de la tierra. Pero ese desinterés de Philip por sus clases de ingeniería le
había inhibido de conocer otro postulado de la mecánica de fluidos, en este
caso el efecto cascada, el cual junta las aguas de una tubería matriz, y a
partir de la ley de gravedad como catalizador, se crea la sinergia del proceso;
es decir, a mayor reducción del calibre de la tubería, mayor presión de salida
del flujo. Muchos eventos graves y determinantes ocurrieron en un breve espacio de tiempo.
La noche del vómito, el
fracaso de presentar el Oktoberfest en la cervecería, los líos conyugales de
maridos sibaritas y mujeres cachonas, quienes escogían la cervecería para dar
satisfacción al secreto deseo de todo ser humano de pagar con infidelidad
cualquier desliz conyugal. Los alguaciles que citaban a los demandados,
aprovechando su presencia en la cervecería, generando viscerales discusiones
entre las partes involucradas.
El golpe mortal del allanamiento de la UCV en
tiempos de Caldera, que utilizó la trampa jaula de la cervecería, pues la Disip
calculó, con sentido de realidad policial, que allí estaban los líderes
estudiantiles solicitados, al unísono del llanamiento de la misma Disip a la
cervecería en busca de un guerrilleo urbano de apellido Daza, político pero bohemio,
dos cualidades al parecer mutuamente excluyentes, quien olvidó la más elemental
medida de precaución, cual es no hacerse notorio en ningún sitio público A todo
eso se agregaron los celos de Theresa, al notar el desmedido interés de Philip
indistintamente por Aroma Fino, Sabor Alegre y Color de Oro, no tanto por sus
atributos físicos, que los poseían sobradamente, sino por las
asociaciones subliminales por parte de Philip con la Cerveza Caracas.
Philip estaba consciente de
haber cometido un error, pero ¿cuál era?. Mejor aún ¿cómo enmendarlo? Dentro de
unos términos relativos, él había pretendido implantar una realidad sobre la
otra. Allí estaba la saga de la Cervecería Munich, con tantas vueltas y
revueltas, con tantas idas y venidas, pero él quería ser como la araña que no
se enreda en la tela que va tejiendo. El tiempo, el espacio, toda esa dimensión
que gravita en su entorno, le había enseñado la realidad de un proyecto creado
alrededor de espumas, material que cuesta tanto para construirlo, para instantes
después disolverse en microcataclismos de agua y aire. ¡Un mundo construido con
espumas de cerveza…!.
¿Relatividad del proceso? Mucho tiempo antes su paisano teutón Albert Einsten,
tan bávaro como la cerveza, había demostrado solamente con un lápiz y un papel,
que es menos que la espuma, la formidable fuerza de la energía, expresión
redundante, pues nada puede mover la mente y el músculo con más reciedumbre que
las moléculas de un cuerpo potenciadas por la velocidad de la luz.
Por su paisano teutón aprendió Philip, a través de su experiencia en la
Cervecería Munich, que el espacio es finito, que la distancia más corta entre
Baviera y Caracas no es una línea recta. Que el universo de la cerveza tiene
sus límites. Que los rayos de luz que uno percibe en el éxtasis del sexo oral
son curvos. Que las líneas paralelas entre su vida y las de Aroma Fino, Sabor
Alegre y Color de Oro a veces se juntan. Que las medidas de longitud de los
órganos sexuales varían de acuerdo con la velocidad con que se consume la
cerveza. Que un cuerpo en movimiento en el supremo instante de un coito se
contraerá en tamaño pero aumentará su masa. Que la cuarta dimensión, el tiempo,
o la diferencia horaria de Caracas con Baviera, se agrega a las otras tres bien
conocidas de altura, anchura y espesor de un proyecto frustrado.
Sí. Ya Philip tenía una decisión tomada. Se iría. Se iría contando los pasos
que separan a Caracas de Baviera. Se iría con la relatividad del que emprende
el camino de regreso pisando las huellas marcadas hasta el punto de partida. Se
iría a emprender la misma aventura como la primera vez, pero ahora a yuxtaponer
la realidad de Caracas sobre la realidad de Baviera, teniendo muy presente que
no se trata ahora de tropicalizar a Baviera, aprendizaje derivado de la primera
vez, cuando quiso transvasar el frío otoñal o invernal de Baviera en la
tropical Caracas, lo cual no pudo realizar siquiera con la espuma de la
cerveza, ni fría, ni con hielo ni al clima. Se iría con algunas botellas de la
Cerveza Caracas en su valija.
Detrás quedó la saga que
culminó una noche cualquiera cuando Philip casi sacó a empujones a la clientela
que colmaba el local de su cervecería. En su loca carrera, dejó cientos de
litros de cerveza estancados en los sifones y toneladas de salchichas a medio
freír, pues en ese momento una mano piadosa apagó la estufa. Dio un portazo,
colocó un cartel “cerrado por remodelación” y se marcho.
Desde entonces, los duendes rondan alrededor de unos calderos herrumbrosos,
repletos de un aceite frío e inservible, que ya no exhala como antes el
visceral aroma de la salchicha frita.
FIN.
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