Espumas que se van II
Posted by Unknown | Posted on 5:53:00 p. m.
“…pero enriquecieron a su manera los encuentros a
través del cunninlingus
y la felación, luego que se embriagaban con
interminables sorbos de cerveza
entre orgasmo y orgasmo”.
Espumas
que se van
Parte 2
(Ganador del 57 Concurso
de cuentos del Nacional, 2002.)
Gilberto Parra
Imagen tomada de la página: www.s1ngular.com/
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Segunda
Parte
Inútil búsqueda de los
bebedores de cerveza, cuando concurrían a la Porlamar (UFF…cerveza con
pescado); a la Caleta (GRR…cerveza con paella); a la Lara (UGG…cerveza con
callos madrileños), menos aún en el Francos (GUSH…cerveza con pasticho).
Philip y Theresa, tan criollos como todos los teutones nacidos en la Colonia
Tovar, habían estado en Múnich cuando ambos eran niños, pero de la mano de sus
respectivos padres. Habían participado en verdad en el Oktoberfest, pero en su
condición de niños, sólo podían asistir a las diversiones para niños, los tiovivos
o carruseles y los desfiles a la orilla de las aceras, muriéndose de
aburrimiento al ver pasar las bandas musicales con hombres y mujeres en trajes
multicolores, bailando y cantando alegremente, pero hasta ahí…Bebida, un
refresco, comida una salchicha, pero hasta ahí…nada del sexo que se practica
libremente aupado por el alcohol en cualquier esquina, al amparo de un auto o
de un quiosco de revistas…o en plena acera, a una hora en que a Philip y a
Theresa ya se los habían llevado sus respectivos padres a dormir en casa de
unos parientes en una aldea cercana a Múnich.
Cuando Philip y Theresa se hicieron adultos y se enamoraron y practicaron el
sexo, tal como lo harían sus lejanos paisanos teutones en el Oktoberfest, ellos
cambiaron las enferiadas calles de Múnich por los hoteles de El Junquito, pero
enriquecieron a su manera los encuentros a través del cunninlingus y la
felación, luego que se embriagaban con interminables sorbos de cerveza entre
orgasmo y orgasmo.
Philip y Theresa muy pronto notaron, aunque ninguno se lo dijo nunca al otro,
pues ambos eran católicos muy devotos, que el cunninlingus y la felación sabían
diferentes cuando habían consumido cerveza previamente, a diferencia de cuando
habían consumido otro tipo de licores, o cuando simplemente habían ido sobrios
a la cama. Es más, ambos notaron, pues lo hicieron muchas veces, que el
cunninlingus y la felación no sabían diferentes dependiendo de la marca de la
cerveza que consumieran previamente. La Polar era como muy dulce, con un cierto
sabor quemado, producto de la maduración. La Zulia era muy áspera, producto de
la escasa maduración o de la calidad de la cebada. Pero la Caracas…ay la
Caracas, amarga como la retama, era la que al final, les daba el mejor sabor al
cunninlingus y la felación, pues al parecer no perdía su poder embriagante, no
obstante el proceso digestivo.
Ahí está la clave de todo, el proceso digestivo, por una rápida, casi
instantánea absorción de la cerveza a través del estómago, y de allí directo al
torrente sanguíneo, dada la naturaleza hidrocarbonatada de la cebada, al
contrario de otros licores como el güisqui y el ron que deben esperar un rato
mucho más largo para incorporarse al torrente sanguíneo, pues sólo son
absorbidos por el intestino grueso.
¡Qué manera de excitarse!
¡Qué comunicación tan grata!. Pero sobre todo, ¡qué complicidad más estrecha
entre el torrente sanguíneo y los tejidos grasos del organismo, expresada en su
máximo nivel por la masa encefálica! Sin importarle un bledo, sin preguntarse
el cómo ni el porqué, el torrente sanguíneo, el muy sinvergüenza, deprime el
sistema nervioso, arrollando el cerebelo para producir en el cuerpo y el
espíritu esa sensual sensación del vértigo etílico. Se pierde el equilibrio, se
perturba el sentido de orientación, se enreda la lengua, se nubla la mente como
un amanecer del invierno bávaro, pero eso no importa cuando se gana en
erotismo, con esa sensación de abandono, con esa corriente eléctrica que se
eleva a través de los muslos hasta la entrepierna.
Pero nada de eso tiene mayor sentido cuando se le compara con las ganas de
orinar. La vejiga repleta que se llena a razón de una gota cada 3 segundos,
excita la próstata y el nervio pudendo y el clítoris, produciendo en forma
coetánea la erección que aumenta el volumen del pene, reduce el escroto y le da
consistencia de piedra al miembrecillo femenino junto con la secreción aceitosa
de los labios mayores. ¡Cómplice actitud del torrente sanguíneo que arrastra en
su alocada carrera inmensas porciones de andrógeno y estrógeno! .Se exacerba la
concupiscencia en un ir y venir pendular que humedece la ropa interior!..
No hay nada comparable con darle rienda suelta a la vejiga, sentir el
estremecimiento al paso de la orina por la uretra y esa sensual sensación de plácido
alivio al desalojar desde las entrañas el espumoso líquido urinario. Espumas
que se acumulan por la caída libre de unos 80 centímetros desde la abertura del
pene hasta el envase donde se deposita la orina y la menor altura y fuerza de
la salida de la orina a través del meato femenino, pues generalmente la hembra
orina sentada.
Espumas que se acumulan en la superficie de un líquido amarillento muy claro,
casi transparente, de textura y sabor sui géneris, con aroma amoniacal que no
se parece a nada, pero de mágico efecto estimulante de la libido, igual en la
tropical Caracas que en la invernal Baviera, que adquiere la característica
lupulosa y el sabor de la transformación química dado el proceso industrial que
sufre la cebada en su destilación.
Philip y Theresa nunca hablaron el uno al otro acerca de esa diferencia de
sabores, ni aún cuando al fin se casaron después de una larga temporada en la
que sudaron todas las sábanas de los hoteles desde el kilómetro 3 hasta el
kilómetro 20 de la carretera a El Junquito. Un extraño pacto secreto, no
compartido entre ellos, aunque sí cada quien por separado, cada quien con sus
amistades más cercanas, los llevó a escoger la Cerveza Caracas como la marca
que venderían con exclusividad en la Cervecería Múnich, previo convenio con esa
empresa, cuando un buen día decidieron abrirla en la Avenida La Salle de Los
Caobos.
Continuará...
César Vallejo
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